El Chile de Arriba y el chile de abajo: La salud, la economía y la política en medio de la crisis

En un artículo anterior sostuvimos que “estamos en medio de una pandemia con un virus nuevo, altamente contagioso y letal (…) y por otro lado, ante estrategias de enfrentamiento de la crisis, que desnudan a nuestras sociedades en sus capacidades para enfrentar la nueva situación, haciendo emerger tendencias autoritarias, que
anulan a la sociedad”.
Podríamos reformular parcialmente esta proposición e indicar que estamos atrapados en una brutal contradicción: Por una parte, necesitamos cuidarnos y la mejor estrategia preventiva es quedarnos en nuestras casas, o sea, el encierro, que conduce a una inevitable negación o limitación de lo social, y, por otra parte, silenciada la sociedad (o,
la mayor parte de ella) tiende a predominar una sola voz: la de la autoridad sanitaria, que se constituye desde el Estado y el gobierno.
Esa “gran voz” es amplificada por los medios de comunicación, que como poder factico, aliado del gobierno y del Estado, construyen realidad reiterándonos día a día y hora a hora, lo que debemos hacer y de las medidas para protegernos, pero sobre todo nos reitera las medidas que toma el gobierno y lo que piensan y proponen las elites. Porque,
en realidad, en la televisión y los medios escritos chilenos hablan y escriben las elites y sus periodistas orgánicos. Las voces críticas o disidentes son los menos o simplemente
están ausentes (especialmente, los movimientos sociales, las/os trabajadoras/es organizadas/os, las feministas, las/os mapuche, etc.).
Predomina una concepción restringida de la “sociedad civil” en los medios, ya que tiende a reducirse a los empresarios, los políticos con posiciones en el Estado y los profesionales de clase media. El pueblo (o, la “gente” como se le rebautizó en la transición a la democracia, desde 1990) solo existe para confirmar o ilustrar la pauta noticiosa de los medios. La pregunta a la calle, casi siempre confirma lo que el periodista nos está proponiendo, lo que de alguna manera indica que está haciendo bien su trabajo. Se cierra el círculo de manera impecable.
En este contexto, sesgado y manipulador, durante el Estallido Social de los medios, fueron perdiendo credibilidad en la sociedad, razón por la cual ya durante el Estallido Social eran rechazados en la Plaza de la Dignidad (ex plaza Italia) y en muchos otros lugares donde el pueblo se movilizó. “Apaga la tele” fue una consigna reiterada en medio de las movilizaciones sociales; “no veas mucha tele” es un sano consejo, que muchos se dan, cuando se inicia la crisis del coronavirus. Triste papel y triste desempeño el de la TV.
Porque, en realidad, lo que los medios no nombran también existe. Los que se levantan día a día para conseguir el sustento material de sus vidas, los que sostienen el sistema de salud, de transporte y de abastecimiento (feriantes, cajeras de supermercados, empleadas domésticas, chóferes del transporte público, ente otros) los que viven los efectos de la sequía y carecen de agua (además privatizada), los que carecen de espacios para “quedarse en casa” porque habitan viviendas sociales de 30 o 40 metros cuadrados, los que fueron despedidos de sus trabajos y alargan las filas de las Oficinas del Seguro de Cesantía, los inmigrantes que deben inventar cotidianamente su sobrevivencia y también los que debieron cerrar sus negocios y contemplan su propia
bancarrota.
De este modo, se configuran y se constituyen dos países, el de las elites y las clases medias más prosperas y el de la gran mayoría popular que, como tantas veces en nuestra historia convive y coexiste en la desigualdad, macerando la distancia, el malestar y la tensión social, que inevitablemente provocan las crisis.
La política del gobierno en la actual coyuntura
Resulta difícil y riesgoso hacer un corte y declarar, ésta es la política del gobierno, ya que ella se encuentra en pleno desarrollo y se va modificando según evolucionan los datos más duros de la pandemia y sus efectos económicos y sociales. Lo más visible, desde el principio es que se requería de una doble estrategia, de contención sanitaria y de contención económica. En las primeras semanas, el gobierno de Chile, al igual que otros en América Latina, en particular Brasil, buscaban combinar ambas estrategias, pero con un evidente énfasis y deseo de proteger la economía, lo que inevitablemente colocaba en la sociedad la pregunta de qué esta primero: ¿la economía o las personas?
Esta situación, en algunos casos, como el Brasil de Bolsonaro o las primeras medidas – y declaraciones- de Jhonson en Inglaterra y de Trump en Estados Unidos fueron extremas y unilaterales (“una simple gripe”), pero por la fuerza de los hechos, estas posturas se han ido modificando, no obstante lo cual Bolsonaro sigue encabezando la lista de los testarudos, y en el mediano plazo, la de presidentes criminales, como ya se lo hacen saber los propios brasileños.
En realidad, más que la pregunta que formulan algunos intelectuales, por el capitalismo y neoliberalismo en “el día después” de la pandemia, la pregunta más urgente es qué se está haciendo ahora y como se está haciendo. En primer lugar hay que admitir que la crisis, que comienza siendo sanitaria –una pandemia- inevitablemente deviene en crisis económica y social. No hay escapatoria ni puntos de fuga hacia delante, y en consecuencia debe ser enfrentada en ambos terrenos, pero priorizando en la salud dela población, lo que evidentemente es una decisión ético política fundamental.
En caso contrario, los negacionismos del tipo Jhonson terminan, al 13 de abril, con 89 mil contagiados, sobre 8 mil muertos y el mismo primer ministro internado y la de Trump,
con medio millón de contagiados, sobre 20 mil fallecidos (dos mil por día) y hasta ahora, con 6 millones de desempleados.
Ahora bien, en segundo lugar, y mirando un poco más hacia el futuro, la profundidad de la crisis es de tal magnitud en el campo económico, que ha sido comparada con la gran crisis de los años 30, en el siglo pasado, que obligó a introducir cambios estructurales en el capitalismo central y periférico. Algunos de esos cambios ya están en desarrollo, el principal de ellos es que el Estado no puede estar ausente ni en la salud ni en la economía. Irónicamente, el mundo vuelve a ser, por ahora al menos, algo keynesiano, algo socialdemócrata.
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