LA PRÁCTICA DEL TRABAJO SOCIAL Y EL SENTIDO DE LA SISTEMATIZACIÓN
Este artículo surgió a partir de dos conversaciones que me correspondió sostener, en Curicó, con profesores/as y estudiantes de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Católica del Maule en Junio de 2017.
El propósito de esta reflexión es situar las diversas iniciativas que se identifican como “sistematización” en el contexto de las prácticas que son las propias de los /as trabajadores/as sociales.
¿Qué se puede decir, un poco más específico, acerca de la sistematización así situada? ¿Cuáles, entre los variados ejercicios que se pretenden como sistematización, son útiles para las prácticas de esta disciplina? y, sobre todo, situados en este contexto, ¿cuales deberíamos incorporar como sistematización apropiada y, cuales otros, podrían ser descartados como inútiles?
El artículo se va a ordenar en cuatro puntos sucesivos.
(1) El Trabajo Social y las Políticas sociales, que deben entenderse como el contexto próximo que permite comprender
las prácticas posibles de esta profesión.
(2) La intervención que es la propia y distintiva del Trabajo Social.
(3) La intervención “liberadora” como una opción deseable.
(4) En el contexto de este cuadro, como punto final, intento algunas reflexiones acerca de la “sistematización”.
Quiero alertar que, cuando a lo largo de esta exposición me refiera a “políticas sociales” o a “intervención liberadora”, no voy a intentar una presentación amplia y exhaustiva de cada uno de estos temas sino que voy a seleccionar y desarrollar, con cuidado, sólo aquellos aspectos que interesan más directamente a la argumentación que aquí busco desplegar.
1. El Trabajo Social y las Políticas Sociales.
Una cierta confusión debe surgir porque, hoy, existen varios y diversos “especialistas” quienes, con distintos propósitos, “intervienen” buscando afectar la condición de los sectores excluidos; es así como, en el territorio, nos podemos tropezar con distintos agentes religiosos, con voluntarios diversos, funcionarios de diferentes corporaciones o fundaciones, activistas
políticos…
Entonces tiene sentido, enfrentados a esta fauna variada, el preguntarse ¿cuál es la especificidad que marcaría lo propio de la intervención de los trabajadores sociales? Desde ya quiero señalar que no parece suficiente el subrayar el hecho de que Uds. han estudiado varios años, que conocen teorías o metodologías sobre aspectos diversos; es que la pregunta se reitera: es que, cargados de esos conocimientos, hay algo que los/as lleva a intervenir de una manera distintiva y propia?
Desde hace algún tiempo yo vengo insistiendo en que lo que constituye la originalidad de la práctica de los/as trabajadores/as sociales es que, ya sea por función laboral o, ya sea por misión reconocida, la acción de estos profesionales se entiende en relación con las políticas sociales. Esto es así incluso cuando los/as responsables no son funcionarios del Estado; así, los/as encargados de Bienestar en las empresas privadas, buena parte de lo que los ocupa busca incorporar a “sus” trabajadores a los beneficios que ofrecen los programas oficiales: ya en vivienda, ya en salud o en educación…
No todos quienes teorizan acerca del Trabajo Social están de acuerdo con esta afirmación, pero, si se acepta esta tesis (que no es tan difícil de tragar) quiere decir que el atender a la naturaleza y al funcionamiento de las políticas sociales nos debería encaminar a entender mejor la práctica y las posibilidades que son las propias del Trabajo Social. Entremos entonces, en
este punto, en la consideración de las políticas sociales.
Arranco con una aproximación descriptiva. Las políticas sociales son iniciativas públicas a través de las cuales el estado busca dar respuesta a las necesidades expresadas por diferentes segmentos carenciados de la sociedad. Son políticas públicas referidas a cuestiones de integración social que, en determinado momento, han colocado a los grupos afectados en
situación de conflicto.
Acerca de esta particular relación que se instala entre el estado y la sociedad, me interesa, ahora, destacar una complejidad o tensión que, en la medida en que se ignora, lleva a entender mal la naturaleza y funcionamiento de estas políticas sociales; esta complicación, necesaria de asumir se puede expresar así: en una única y misma acción genera dos tipos distintos de efectos, unos son los efectos de corte material (así, una política de vivienda va a entregar casas o departamentos) 2 y otros, son los efectos educativos o culturales, que van a constituir el centro de mi reflexión a lo largo de este artículo.
Siguiendo con el ejemplo invocado en el párrafo anterior, la política de vivienda en la misma iniciativa que provoca efectos materiales (soluciones habitacionales) va a educar a los “destinatarios” en la medida en que los lleva a someterse a una disciplina que les impone: la familia incorporada debe aportar un pié, además tiene que pagar regularmente una cuota, está
obligada a “portarse bien” y, además, deberá adaptarse a una vivienda, cuya superficie, diseño y localización ha sido
decidida por los técnicos del SERVIU.
Acerca de este doble efecto (material y educativo) de las políticas sociales, parece conveniente agregar tres reflexiones:
+ Una primera es que los dos tipos de efectos se generan en la misma y única acción; es decir que, ahora, no me estoy refiriendo a los ‘cursos de capacitación’ (o de adoctrinamiento) que, en ocasiones, pueden acompañar a las políticas, sino que estoy apuntando al modelamiento de la cultura que provoca el ejercicio de una práctica y que, en pedagogía, se conoce
como “educación informal”.
+ Segundo. Ambos tipos de efecto –el material y el educativo- se influyen y se definen mutuamente. Así, a manera de ejemplo, el caso de las casas Copeva, que se llovieron totalmente en el primer invierno, la mala calidad del efecto material hizo que el efecto educativo que se pretendía, la legitimación del Estado Benefactor, más bien funcionara al revés y que la actividad estatal se desprestigiara entre los destinatarios y ante la opinión pública.
+ Por último, y esta constatación es muy importante para la reflexión que aquí estoy intentando por lo que me voy a extender algo más que en los anteriores, el efecto educativo en el cual se compromete a los/as destinatarios/as de las políticas sociales es un resultado de signo inseguro: en unos casos las políticas educan en la subordinación y, en otros, pueden
educar en la autonomía y el desarrollo personal.
Consideremos las políticas sociales originarias que impulsó el Canciller Bismarck en la Alemania imperial de finales del siglo XIX. Allí no hubo nada de sensibilidad social. Bismarck era un viejo conservador quién, de la mano de los terratenientes y del ejercito prusianos había conseguido la unificación de los variados reinos y ducados alemanes en torno a Prusia y , en ese momento, buscaba la consolidación de su proyecto de estado-nación; pero tropieza con dificultades ante la emergente clase trabajadora, que adhería al Partido Social Demócrata (SDP) de declarada filiación marxista, antigobiernista y que estaba obteniendo un 30% de la votación para el Reichstaag.
En esas circunstancias, Bismark busca seducir el apoyo de los trabajadores mediante la entrega de cuatro políticas sociales orientadas, directamente, a ellos: la primera aprobada en 1883 dice al seguro contra enfermedad, al año siguiente se aprobó la ley sobre accidentes del trabajo, en 1889 la referida a pensiones de invalidez y vejez y en 1911, la ley sobre supervivencia.
Como he sugerido antes, estas leyes no buscaban tanto el propósito (social) de mejorar la calidad de vida del pueblo alemán sino el (político) de integrar a los trabajadores en la comunidad y en el proyecto nacional, de educarlos (de manera informal) de manera que, recibiendo ciertos beneficios materiales, ellos sean agradecidos y se porten bien.
Ahora puedes profundizar el desarrollo de competencias básicas y habilidades en el ámbito de la sistematización con el Diplomado de Actualización en Trabajo Social mención SISTEMATIZACIÓN, que ofrecemos en CEATSO y que se enmarca en el contexto de los desafíos técnicos y metodológicos, que l@s Trabajadores Sociales o Asistente Sociales se ven enfrentados en el ejercicio profesional a la hora de reflexionar de nuestras propias prácticas sociales, por ende de nuestras intervenciones sociales en los diferentes contextos comunitarios. Uno de los puntos a fortalecer es poder aportar conocimiento respecto de lo que implica realmente reflexionar críticamente de nuestras experiencias y poder diferenciar lo que es un informe de gestión, un proceso evaluativo o de una investigación social. Contar con herramientas metodológicas nos permitirá generar y establecer una relación dialéctica entre la teoría y la practica social, para generar un conocimiento que nos permita mejorar nuestros propios procesos de intervención social .
2. La intervención del trabajo Social en el contexto de las Políticas Sociales.
En la cubierta del libro que escribió María Angélica Illanes acerca de la “construcción histórica de las visitadoras sociales”aparece una fotografía que muestra a una mujer joven,, muy arregladita, que está adentrando en un contexto que parece extraño, de pobreza y desorden, pero ella avanza con confianza, segura de lo que está haciendo; es una visitadora social.
A finales del siglo XIX, se impulsó , e Chile, los primeros servicios públicos de salud, éstos surgen desde la constatación que Chile estaba en los primeros lugares en el mundo respecto de la “mortalidad infantil” (cerca de 300×1000 de los nacidos vivos). El diagnóstico de los médicos fue claro y preciso: se requería infraestructura y hábitos de higiene, campañas de vacunación ante diversas pestes y control de niño sano; per ́, los médicos se declararon incompetentes frente a la tarea de afectar la cultura de las madres populares, sin cuya cooperación las medidas institucionales, a priori se declaraba, no iban a funcionar.
Surge así la necesidad de un experto (o, más bien de una ‘experta’, las @ aquí no valen, ya que se trataba de una cuestión exclusiva de mujeres) que fuera capaz de salvar las distancias entre, por una parte, las soluciones técnicas, y, por otra, las costumbres y las costumbres acostumbradas de las madres populares. Esta experta debe ser capaz para atravesar las distancias entre lo que Vicuña Mackenna llamaba la ciudad civilizada y la ciudad bárbara tiene que estar capacitada para, por una parte, atravesar las distancias físicas: ser capaz de introducirse en los rancheríos, los conventillos, los callejones…de llegar hasta los cuartos redondos… pero, más importante aún, deben estar capacitadas para salvar las distancias culturales: que sepan conversar con las señoras, que sean capaces de escucharlas, que sepan explicarles –en lenguaje corriente- que tiene que hervir el agua, que hay que vacunar las guaguas cada ciertos meses frente a distintas enfermedades, que hay que
llevar los niños a control aunque parezcan sanos…
Así, estas expertas, pueden decirle, en cada caso, a los Ministerios y a los Servicios, como proponer y como diseñar las ayudas para que éstas puedan ser eficaces en el caso de cada localidad.
Así, el libro de Angélica Illanes, desde la historia de la constitución de la disciplina, presenta a la visitadora como una mediadora, que interactúa entre, por una parte, las políticas sociales (que son, necesariamente, ‘generales’ y ‘para todos’) y, por otra, la realidad concreta de cada sector. Alguien que, por experiencia, es, a la vez, funcionaria y, a la vez, está incorporada en realidad local y que, por disciplina, es capaz de traducir, en ambos sentidos, entre la cultura burocrática (la racionalidad instrumental de los técnicos) y la cultura popular (surgida desde lo experiencial)
La conclusión que podemos formular y que, entiendo, es muy importante, es que el/la trabajador/a social no es un simple ejecutor de programas ideados, decididos y controlados por otros, estos/as profesionales no están llamados a “aplicar” políticas, sino que –en tanto traductores- gozan de cierta autonomía respecto de lo ya decidido institucionalmente y están llamados a ejercer una creatividad ya que, si no, la política va a funcionar mal, porque, tal como ha sido diseñada, no se va a adecuar a las características y necesidades particulares y propias de cada territorio o localidad.
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